LA LEYENDA DEL MILAGRO DE LA MUJER FEA 

By julio 8, 2021 Días con mensaje

A principios del siglo XV, se atribuye a San Vicente Ferrer un milagro que tuvo lugar en la ciudad de Lyón, pero la persona a la que ayudó era una mujer nacida en Valencia. En dicha ciudad francesa vivía un famoso sastre que, lejos de ser famoso por su gracia y maestría en el oficio, lo era por su matrimonio y por cómo trataba a su mujer.

Varios años atrás se había casado con Dolores, una mujer muy fea, pero que contaba con un lujoso ajuar y una altísima dote, la pobre nunca había conseguido tener un pretendiente hasta que apareció Ferdinand, de oficio sastre, que se casó con ella para poder vivir sin problemas económicos a lo largo de su vida y disfrutar de una vejez sin dificultades.

Cuando pidió su mano en matrimonio, tanto la novia como su familia estaban en una nube, por fin la muchacha iba a casarse e iba a dejar de estar sola y, además, iba a cumplir el mayor deseo de sus padres, que no era otro que ser bendecidos con varios retoños fruto de la unión de su hija con Ferdinand. Por ello, empezaron sin demora a organizar los preparativos de la boda y toda la familia participó hasta en el más mínimo detalle para que todo fuera perfecto.

La boda se celebró por todo lo alto, la familia y las personas cercanas a Dolores le tenían mucho aprecio, hubiera podido compartir con su atento esposo todas las virtudes que le rodeaban, ya que buena, limpia, generosa, amable, atenta y servicial.

Una noche, al poco tiempo del desposorio, empezaron a oírse gritos y gemidos de dolor, parecían venir de casa de los recién casados, y así era, el “atento” esposo había resultado ser una bestia y le estaba propinando una paliza a la pobre Dolores.

Al día siguiente los vecinos pudieron comprobar lo cruel que había Ferdinand, pues vieron a la desgraciada muchacha con los ojos morados, la cara hinchada, cojeando y encogida de dolor, los vecinos se sentían asombrados y conmovidos, no podían entender el comportamiento de aquel hombre tan despiadado. Dolores con aquel aspecto visitó Gaston Thouard, el médico, que se quedó estupefacto al ver cómo había quedado Dolores tras la brutal agresión de su esposo. Ella le explicó que estaba ebrio y que cada vez que le golpeaba le decía que a palos la moldearía para hacerla guapa, Gastón le aseguró que intentaría hablar con su marido, una mujer tan buena, no se merecía a semejante energúmeno.

El médico, tal y como había prometido, fue a hablar con el marido y con todo el tacto, la educación y la templanza de la que fue capaz, le explicó que no debía beber porque no era sano y que, además, al beber se convertía en un monstruo capaz de hacer cualquier cosa a su esposa. Pero lejos de cambiar de actitud, a partir de aquella charla, Ferdinand cada vez golpeaba más a su esposa, y cada vez la golpeaba más fuerte. Dolores, atemorizada, no salía de casa para que no la vieran sus vecinos, su marido la tenía amenazada diciéndole que no le fuera con el cuento a nadie porque si no, todo sería todavía peor.

No obstante, sabiendo el bueno de Thouard las barbaridades que seguía haciendo aquel canalla, buscó la ocasión de hacerle saber a la infeliz mujer que, en caso necesario, le mandara llamar y él haría todo lo que estuviese en su mano para ayudarla.

Quiso la Providencia que el padre Vicente Ferrer celebrara un acto en aquella ciudad y Gastón no dudó en dirigirse al lugar donde sabía que encontraría al santo para pedir ayuda para Dolores pero, cuando se llegó y vio a aquella muchedumbre pensó que le resultaría imposible acercarse al santo, sin embargo, lo intento con todas sus fuerzas, se abrió el paso gateando y le contó cómo pudo la historia de Dolores, el padre Ferrer le dijo que no podría visitar la casa de aquella desdichada mujer, pero que iba a rezar mucho por ella…

Gaston Thouard se quedó decepcionado y triste pensando que era una pena que el padre Ferrer estuviera tan ocupado, pero, al poco tiempo de su charla con el padre, por el pueblo corría una maravillosa noticia, Dolores estaba experimentando un gran cambio, su cara, su cuerpo, su pelo, sus ojos, sus labios, su sonrisa… Se había convertido en una hermosa mujer.

Como no podía ser de otra manera, las lenguas de doble filo empezaron a soltarse y se dedicaron a chismorrear sobre el cambio de la joven, decían que probablemente había acudido a alguna bruja para pedirle una pócima o que incluso que podría haber sido obra del mismísimo diablo, pero, la gente que conocía a bien Dolores y las lamas de buen corazón defendían a Dolores y explicaban que el milagro era cosa del padre Vicente Ferrer, y que así lo afirmaban varios clérigos y el mismísimo Gaston Thouard.

Este milagro que parecía que iba a acabar con todos los problemas de Dolores tuvo un giro inesperado, lejos de conseguir que el marido se sintiera satisfecho, ahora en vez de pegarle por fea, ahora le pegaba por celos. Cualquier mirada, cualquier sonrisa mal interpretada servía para que semejante bárbaro le siguiera golpeando sin corazón. Se obsesionó tanto con la belleza de su mujer que, además de tratarla como un animal, dejó de acudir a su trabajo para no perderla de vista. 

Entre tanta desgracia, Dolores reflexionaba sobre la persona tierna y atenta que siempre le había tratado con tanta amabilidad, y ese pensamiento, que cada vez tomaba más fuerza, se dirigía hacía Gastón Thouard, lo consideraba un hombre noble, atractivo, leído, dulce, cálido y respetuoso. Él jamás había tenido en cuenta su aspecto, siempre se había mostrado dispuesto a ayudarla en sus peores momentos, por ello hasta soñaba dormida y despierta con estar al lado de Gastón, que la envolviera con sus brazos, la besara y se la llevara lejos de esa ciudad que tanta desgracia había traído a su vida. Deseaba que la salvara de las palizas de su marido y le tratara como siempre le había tratado, con esos pequeños detalles que era lo más parecido al amor que ella pudiera sentir y recordar.

Lo que ella no podía sospechar es que él sentía lo mismo por ella, pensaba en Dolores en todo momento, desde la primera vez que le vio. De hecho, se había convertido en su único propósito en la vida, solo quería que la mujer que amaba estuviera a su lado, apreciaba la bondad de aquella muchacha y no entendía la injusticia que le había deparado el destino, había sufrido demasiado y estaba dispuesto a seguir ayudándola en todo lo que estuviera en su mano.

Una noche, mientras su marido estaba profundamente dormido, Dolores tomó la determinación de buscar a Gastón Thouard y explicarle lo que sentía, era lo único que podía hacer cambiar el rumbo de su desgracia, obtuviera la respuesta que obtuviera, debía intentarlo. De modo que se apresuró en dirigirse a su casa y allí mismo le contó todo lo que sentía por él, por unos segundos, sintió la necesidad de rechazar a su amada, pero, un sentimiento de amor profundo se apoderó de él, la tomo en sus brazos y le dio el beso más dulce que jamás un hombre dio a una mujer. En los ojos de ambos se podía adivinar un brillo especial, el brillo del amor, después de tan feliz encuentro, convinieron en irse lo más lejos posible de aquel lugar donde nunca nadie pudiera encontrarles ni les pudiera hacer más daño.