LEYENDA DE LOS ENAMORADOS DE CHIVA 

By septiembre 28, 2021 Días con mensaje

Cuenta la leyenda, que, en tiempos de la Reconquista, en las inmediaciones de Chiva, concretamente, en el Llano de Marjana, existían dos enamorados, ella, una joven y bella muchacha de pelo negro y ojos verdes, él, un joven fornido con piel canela y ojos negros, sus nombres, Alba y Tanik. Vivían el uno para el otro, y paseaban su amor por la belleza de aquellos parajes, no podían separarse, se amaban apasionadamente y eran felices recorriendo aquel maravilloso lugar que les había brindado la madre naturaleza, estaba rodeado de verdes y frondosos árboles, aguas cristalinas, un sol luminoso y una luna radiante, y ello contribuía a que aquel amor fuera un verdadero sueño.

Un día, la tranquilidad de sus vidas se truncó con una gran tormenta, los jóvenes, asustados por el agua, los truenos y los rayos buscaron cobijo temiendo por sus vidas, tras caminar por un largo y sinuoso sendero encontraron la casa de una vieja misteriosa. Llevaba el pelo muy desaliñado, tenía una enorme mancha de nacimiento en medio de la frente, sus ojos eran pequeños y ya le quedaban pocos dientes, además sus manos arrugadas estaban llenar de enormes verrugas. Alba no podía disimular su espanto, no paraba de mirarla, aunque fuera de reojo, estaba muy asustada y, además, convencida de que la anciana era una bruja y ello le causaba más temor, sin embargo, Tanik se sentía muy agradecido por la ayuda que les había brindado aquella extraña mujer dejándoles permanecer en su casa y ofreciéndoles su comida.

Cuando cesó la lluvia, los enamorados le dieron las gracias a aquella señora que, pese a todo, les había tratado muy bien, no obstante, cuando se marchaban, se acercó a la joven y le susurró en el oído que se volverían a ver. A Alba le recorrió un escalofría por todo el cuerpo que hizo que se estremeciera, la inocente enamorada se quedó muda y preocupada ante tal afirmación, un raro presentimiento empezó a rondar por su cabeza y por todo su tembloroso cuerpo.

Pasaron los años y Alba y Tanik seguían felices, disfrutando de su amor tan puro y apasionado, pero su futuro estaba escrito, había llegado el día en que el destino quiso que Tanik encontrara la muerte. Luchando en la batalla de chiva, el joven falleció, dejando a su amada destrozada, sola, desesperada y con un gran vacío interior.

Cuando Alba se sintió con algo más de fuerza para enfrentar su pérdida, le vinieron a la mente las palabras que aquella vieja bruja le había augurado hacía un tiempo, sospechaba que aquel día sabía lo que le iba a pasar a su amado y sus palabras trataban de decirle algo, entonces no dudó en ponerse en marcha para encontrarla, dentro de su ser, sabía que era la única persona a la que podía recurrir en busca de ayuda, y así lo hizo.

Alba no se equivocaba, cuando la bruja la vio llegar a lo lejos, comprendió al instante lo que deseaba la muchacha y estaba dispuesta a ayudarla, pero la joven debía hacer exactamente lo que ella le indicase, no podía errar ninguno de sus pasos, debía obedecer estrictamente todas y cada una de las órdenes que le diera la hechicera. La joven viuda estaba dispuesta a hacer lo que le pidieran en tal de volver estar al lado de Yanik e insistió a la bruja que haría lo que ella le mandara, había puesto toda su confianza en ella y estaba segura de que todo saldría bien. Alba estaba emocionada, sus ojos emitían destellos de ilusión sabiendo que en breve volvería a estar con su amado.

Las instrucciones eran muy concretas y muy sencillas, la bruja preparó una pócima en una pequeña vasija y se la dio a Alba, que debía tomar aquella pócima un día de luna llena en lo alto de aquellas montañas, derramar tres lágrimas dentro del recipiente antes de tomarse la pócima y, finalmente, y en esta última insistió mucho, en ningún caso debía mirar hacia arriba cuando bajase de la montaña, ocurriera lo que ocurriera, jamás podía girar su cabeza hacia atrás y mirar a la luna.

La joven hizo todos los primeros pasos a la perfección, pero lo que la anciana le había prohibido tan insistentemente, aquello en lo que la bruja había hecho tanto hincapié, simplemente el hecho de que no mirase a la luna cuando se alejara del lugar, no fue capaz de cumplirlo. Al alejarse de la montaña, Alba no pudo evitar clavar sus verdes ojos en aquella luna tan llena y brillante, y en ese mismo instante, Alba se convirtió en un peñasco. ¿Quién iba a imaginar que Alba no iba a ser capaz de cumplir unas directrices tan concretas?

Y pese a que, en muchas ocasiones las personas no creen en las leyendas, curiosamente, las gentes del lugar evitan mirar al cielo en las noches de luna llena, e incluso, algunos se atreven a asegurar que, en esas noches, se pueden oír los lamentos de tristeza de aquella hermosa muchacha que estaba tan enamorada.