LEYENDA DEL FANTASMA DE REQUENA 

By mayo 27, 2021 Días con mensaje

Son numerosos los escritos que hacen mención a esta leyenda tan conocida en la comarca de Utiel-Requena que, durante un largo período de tiempo, tuvo a la villa sumergida en un gran desconcierto. Fue a mediados del siglo XV, y todo empezaba cuando el sol se ponía, un fantasma aparecía deambulando y gimiendo por todas la Villa de Requena, tenía aterrorizada a toda la población, nadie se atrevía a salir de sus casas por miedo a encontrarse con semejante criatura que, no se sabía por qué, al llegar la noche, hacía su aparición.

Las personas que lo habían visto describían su andar lento, propio de una persona lisiada, arrastraba unas cadenas muy pesadas en sus pies desnudos, llevaba un cucurucho en la cabeza que le tapaba la cara pero que dejaba entrever unas luces estremecedoras en sus ojos. Vestía una especie de sudario, y la poca piel que se podía adivinar entre sus vestimentas, era de un color grisáceo, pero una de las cosas que más estremecía a los lugareños, era el dolor que expresaba en sus lamentos, podían oírse desde los lugares más alejados de la comarca y hacía que todas las gentes cerraran sus puertas y ventanas con cerrojos y maderas atravesadas.

Era normal pues, que cuando el sol tocaba el horizonte las gentes se apresuraran a llegar a sus casas para encerrarse lo antes posible por temor a encontrarse con semejante espectro, no entendían si estaba vivo, estaba muerto o estaba loco, pero el miedo les impedía averiguar la verdad que se escondía tras aquel misterio.

Algunas personas se preguntaban de dónde podría haber salido esa alma en pena que se lamentaba, además, ¿por qué había elegido su pueblo precisamente para buscar la luz? Otras personas pensaban que sería una persona que podría haber vivido oculta en las cuevas que estaban en el subsuelo de sus tierras, también había quién pensaba que podía ser el fantasma de algún antepasado requenense, la cuestión es que era una incógnita para toda la villa de Requena, pero nadie estaba dispuesto a averiguar de quién se trataba, el terror se había apoderado de sus mentes.

Ni los más leídos e ilustrados se podían explicar qué podía estar ocurriendo, sin embargo, sí había una persona interesada en averiguar la verdad y, junto a algunos de sus fieles, iba a hacer todo lo posible para librar al pueblo de temor y, de este modo, devolver la tranquilidad a las gentes del lugar. Esta persona no era otra que el Corregidor de Requena que ya había pensado en una estrategia, pensaba que había que ir observando a qué hora aparecía el ente, de qué forma iba vestido, cómo andaba y por dónde solía pasar. Cuantos más datos pudiera recabar, más sencillo sería acabar con semejante situación, de modo que, ordenó a sus gentes que espiaran al fantasma, estaba seguro de que, de esa manera, más tarde o más temprano, darían con la forma de atraparlo.

Tras varios días de vigilar al espeluznante e infernal espíritu, consiguieron una información que les iba a servir de gran ayuda para atraparle. Habían conseguido averiguar que todos los días hacía el mismo recorrido y acababa en una casa de la calle de Santa María de modo que, con esta información, el corregidor urdió un plan y ordenó a dos cuadrilleros que no perdieran más tiempo, debían seguir al fantasma y abatirlo sin más contemplaciones. Los cuadrilleros siguieron al pie de la letra las instrucciones que les habían sido dadas, le siguieron tras salir de la casa de la Calle Santa María, el fantasma continuó su camino y recorrieron varias calles del pueblo hasta llegar al castillo. Los cuadrilleros cargados con sus armas y, a pesar del miedo que tenían, a pesar del temblor de sus manos, a pesar de la flaqueza de sus piernas, no dudaron en disparar sus mosquetes. En ese mismo momento, el ser al que todo Requena temía, cayó en la cuesta del castillo, sus ropajes blancos y desgastados se empezaron a teñir de rojo, allí quedó yaciendo el cuerpo sin vida del ser que tenía espantado a todo el pueblo.

El corregidor había dado órdenes estrictas de que no se tocase el cuerpo hasta que el sol alumbrara con toda su luz en la villa de Requena. Y así se hizo, cuando el sol brillaba con toda su luz, llegó una comitiva compuesta por el corregidor, el aguacil y los cuadrilleros y, cuando llegó el momento, el mismo corregidor dio orden para descubrir el semblante del abatido, el aguacil fue el encargado de quitar el cucurucho que tapaba la cara del muerto.

Inmediatamente el corregidor cayó en el suelo arrodillado, empezó a sollozar, se llevó las manos a la cara, sus lágrimas recorrían sus mejillas y su llanto iba acompañado de lamento y gritos de dolor. Su cara estaba totalmente desencajada, La razón estaba justificada, en ese mismo momento había descubierto que la persona que se ocultaba bajo ese disfraz era su propio hijo. Y había utilizado ese disfraz para proteger el honor de una mujer viuda y los cotilleos de las malas gentes.

Según la leyenda, en ese mismo lugar, donde el joven había sido abatido, donde el corregidor había perdido a su hijo, en el mismo camino del castillo, se puso una cruz en su memoria, sin embargo, en la actualidad ya ha desaparecido.